La democratización del consentimiento. La libertad de comunicar lo que quieres hacer o que te hagan. El arte de soltarte, dejarte llevar y llegar al clímax. ¿Sientes esto? ¿Quieres más? Siente cómo te hace cosquillas, te provoca, te toca y te lleva a otro universo.
Esta sensación está profundamente ligada a las prácticas del BDSM (bondage, disciplina, sadismo y masoquismo), el oficio de hacer que el sexo sea tan compasivo y consensual como cautivador. Si queremos ser una sociedad pro-sexo, necesitamos relacionarnos con una de las subculturas sexuales que se toman en serio el movimiento.
“Nosotros (especialmente los hombres) hemos sido condicionados socialmente para evadir el dolor y la sumisión. Pero la línea que separa el dolor y el placer se hace borrosa en el estado de mayor excitación”, explica la dominatrix Domina Colette Pervette.
La relación entre BDSM y perversión sigue siendo una de las ideas más erróneas que tiene que enfrentar la práctica. Algo extraño, dado que es necesaria una excelente comunicación para tomar partido en el fetichismo: si no puedes hablar sobre ello, no estás listo para tener los ojos vendados, ni para ser azotado, amarrado o esposado. “No hay suposiciones en el BDSM. Todo debe ser negociado”, dice Pervette.
“La primera parte se dedica a la comunicación”, cuenta Argent Lloyd sobre el shibari, el arte japonés del bondage. “Quiero compartir este espacio contigo y tú me estás dando permiso para poner mis manos sobre ti”.
Pese a que el BDSM de promueve el respeto entre las parejas, aquellos que lo practican suelen ser comparados con los depredadores sexuales. Hasta 2013, el BDSM era considerado como un desorden según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), junto con la pedofilia y la zoofilia.
Susan Wright, fundadora de la Coalición Nacional para la Libertad Sexual (NCSF por sus siglas en inglés), trabaja para cambiar la percepción que tiene la comunidad de la salud mental sobre el fetichismo. “Principalmente nos enfocamos en educar a los profesionales. Ellos son los responsables”, explica. De acuerdo con Wright, en 2008, 124 padres se acercaron a la organización porque sus preferencias de BDSM estaban siendo utilizadas en su contra en los juzgados de familia. Luego de que la NCSF hiciera una campaña exitosa para que la APA actualizara su manual de trastornos mentales, esa cifra bajó a 20 en 2018.
Lo más irónico del kink-shaming es lo mucho que las personas ‘vainilla’ podrían aprender de los fetichistas. Para nuestra fortuna, quienes están interesados en la práctica están ‘saliendo del clóset’. Esto incluye famosos embajadores: Adam Rippon utilizó un arnés de cuero en los premios Óscar de 2018 y más adelante se sumarían Michael B. Jordan y Timothée Chalamet. No se trata de una fantasía de E.L. James, es una realidad y nuestro mundo la necesita. “La gente suele olvidar que el BDSM simplemente es otra forma de conectar con alguien más. La manera en la que nosotros como cultura lo aceptamos, es un indicativo de qué tan abiertos estamos a las expresiones de la libertad sexual en general”, agrega Pervette.