“Es el negocio, socio. El negocio, socio”, repetía J Balvin en sus inicios, cuando era la cara de una marca de motos que patrocinaba partidos del fútbol colombiano. Nadie, absolutamente nadie, hubiera creído que 10 años después sería el artista con más reproducciones en YouTube con 11 mil millones (una cifra de 14 números). Nadie hubiera creído que estaría en la cima del pop internacional. Nadie hubiera creído que se iba a presentar en Coachella junto a Beyoncé, en los Premios Grammy (los gringos, ¿no?) y mucho menos en Tomorrowland, el festival de electrónica más grande del mundo. Parece que él es el único que se creyó el cuento.
“Vamos en el 0.1% del 1000% que quiero llegar”, comentaba J Balvin en una entrevista con un medio universitario llamado Mundo U. “Es www.myspace.com/jbalvin. Ahí están las nuevas canciones… de una vez les digo, lo nuevo que viene no es reggaetón. Es una evolución diferente. Eso es lo que me gusta, estar marcando diferencia, no el mismo reggaetón cliché”, añadía. Parece que hubiera predicho su éxito.
José empezó en Medellín, Pereira e Ibagué a dar de qué hablar con temas como Panas, Éxtasis, Noche de pasión y Fantasía, temas underground que bailaban en las discotecas locales. Lo que lo diferenciaba es que siempre estaba un paso adelante de los demás reggaetoneros, tal y como lo dijo, dándole un toque acorde a su estilo. Balvin parecía tener claro (tal vez demasiado) que YouTube y el Internet eran el futuro de la música, y comenzó a atacar esos frentes haciendo un nombre.
La evolución es evidente cuando escuchan (y ven los videos) sencillos como Me gustas tú o Yo te lo dije. Su voz era distinta, su estilo ni se diga –se parecía a Wisin, con gafas grandes y completamente calvo– y los videos también, pero Balvin mantenía su conexión con lo digital. Siempre subió sus videos a YouTube y trabajó como independiente, sin aferrarse a ningún sello discográfico e intentando tener un sonido característico.
Todo cambió cuando Tranquila y Sin compromiso se viralizaron y lograron más de 100 millones de reproducciones, una cifra gigantesca para ese momento en YouTube. Esas canciones pertenecen a Familia, el álbum que despegó al paisa a las tarimas internacionales. Era tan increíble su movimiento en Internet que su primer concierto en el exterior fue en Rumania.
Esa fue la primera muestra de por qué la música que estaba haciendo era universal, más allá de si cantaba en español, inglés, chino o francés. Su arma secreta, más allá de su estilo y sus letras, eran –y siguen siendo– los beats. Siempre se rodeó de grandes productores, supo moverse, hacer relaciones públicas y nunca se casó con un sonido.
Luego, llegaron éxitos como 6 AM, Yo te lo dije y Ay vamos, con una potencia tremenda en las plataformas digitales para circular su música y dando grandes pasos en las redes sociales. Su reconocimiento en Latinoamérica estalló, pasando por Argentina, Perú, Ecuador, México y Chile, al punto de codearse con los artistas urbanos e hispanohablantes más importantes de la industria. Discos diamante por aquí, discos platino por allá, conciertos grandes junto a Enrique Iglesias en Nueva York y premios, tanto en Europa como en Estados Unidos.
Después de su gira mundial, J Balvin estrenó en 2016 el álbum con el que rompería las barreras del lenguaje, Energía. Sus productores, Mosty, Sky y Pharrell Williams, crearon beats pegadizos y con un toque de pop, lo suficiente como para que los extranjeros se enfocaran más en la música que en las letras (aunque muchos aprendieron español con sus temas). Con el lanzamiento de los sencillos Ginza, Bobo y Safari, Balvin se dio cuenta que iba por buen camino.
De ahí en adelante fue gloria pura: ganó Premios Grammy Latino, fue Número Uno en Italia, Eslovaquia, Holanda y Suiza, estuvo 21 semanas consecutivas en la cima de los Hot Latin Songs de Billboard y fue uno de los cinco discos más vendidos en Latinoamérica.
El resto de la historia está fresca en nuestra memoria, pero es la más exitosa. Mi gente, la canción más conocida del colombiano, arrasó con una rapidez impresionante, registrando más de dos mil millones de reproducciones en YouTube. Uno de sus golpes más fuertes y contundentes fue su colaboración con Beyoncé en el remix de la canción y acompañándola en el festival Coachella en su show.
Luego llegaron I Like It (727 millones de escuchas en Spotify) al lado de Bad Bunny y Cardi B., X (537 millones) junto a Nicky Jam, Downtown (376 millones) junto a Anitta y Otra vez (885 millones) junto a Zion y Lennox. Su último álbum, Vibras, fue aclamado internacionalmente y tuvo participaciones con Rosalía, Wisin y Yandel y Carla Morrison. “Balvin lidera una nueva generación de estrellas latinas que pueden hacer crossover sin olvidar sus raíces”, escribió el periodista Will Hermes de la revista Rolling Stone sobre Vibras. Ahora abrirá los Premios Grammy junto a Ricky Martin, es uno de los headliners del festival Coachella e incluso fue invitado al festival Tomorrowland.
Las críticas y las burlas le resbalan a J Balvin, pues ya ha tenido más de una década de carrera escuchando comentarios negativos y aprendió que solo debe mirar los thumbs up en lugar de los down. Él seguirá viviendo el sueño que construyó con sus manos, a punta de sudor, lágrimas y riesgos. Y continuará cantando para los demás: “De un bus pasé un avión. Que nunca ganaré un Grammy haciendo reggaetón. Me confundieron con un loco cuando era un soñador”, de Qué raro.
Y sí que lo confundieron. En serio, ¿quién se lo iba a imaginar? Ni la mejor pitonisa lo hubiera predicho. Hoy, duélale a quien le duela, es el artista pop colombiano por excelencia.