Las lágrimas rebozaban las mejillas de Michael Jordan, mientras la prensa, los fotógrafos, sus colegas y su técnico Phil Jackson lo admiraban. Ese era otro Michael; uno distinto al furioso, competitivo e irreprochable que proyectaba en su vida pública.
Se aferraba al primer Trofeo Larry O’Brien de su carrera en 1991. Por fin, tras una travesía de siete años, era campeón de la NBA con los Chicago Bulls; el momento cumbre de su vida, cuando pudo aflojar sus sentimientos, desprenderse de las angustias y celebrar de una vez por todas.
Esa es una de las escenas más emotivas y dicientes de El último baile, el documental de Netflix sobre la vida de Michael Jordan, el mejor basquetbolista del mundo y candidato a mejor atleta de la historia deportiva global. Aunque la mayoría de los estrenos estrepitosos y continuos de la plataforma no cumplen con las expectativas, El último baile se codea en la cima junto al documental Rey tigre y la serie animada The Midnight Gospel.
Jason Hehir, el director de la película, logró compactar las 500 horas de material a su disposición en seis capítulos cargados de drama, peleas internas, ética deportiva, amistades y enemistades, glorias eternas y testimonios fidedignos -de lado y lado- de cada uno de los protagonistas.
Repasamos las vidas de Scottie Pippen y Dennis Rodman, los dos grandísimos socios de Jordan en la cancha; uno tímido e infravalorado, y otro controversial, grandilocuente y con un talento innato, respectivamente. Conocemos de primera mano su rivalidad con los Pistons de Detroit, las derrotas sufridas en sus primeros años y el desquite comandado por Jordan. Nos revelan los movimientos administrativos dentro de los Bulls, como su sagacidad para escoger jugadores en los drafts y su inteligencia para aplicar técnicas y jugadas nunca antes vistas en la NBA. Y también nos confiesan la vida nocturna y las juergas de algunos jugadores, y de cómo Jordan siempre fue ajeno a la fiesta, ansiando una copa vacía entre ceja y ceja que no lo dejaba dormir.
Como latinoamericanos, entendemos la grandeza de Michael Jordan y su trascendencia en el deporte. Sin embargo, la mayoría de nosotros no lo vivimos como los estadounidenses y no sabemos el contexto detrás de sus hazañas. El último baile nos da esa perspectiva tan valiosa, del hambre de Jordan por ganar siempre, a toda costa; de cómo se cargaba el equipo al hombro, partido tras partido, alcanzando cifras récord individuales, como 62 puntos en un solo partido; las frustraciones en los camerinos tras sufrir derrotas que les negaban sus sueños; y el compañerismo, como un hermano mayor, que proyectó con Pippen, Rodman, la plantilla entera de los Bulls e incluso a un Kobe Bryant joven e inexperto en su primer partido de los All-Star.
El All-Star de los All-Star, el MVP vitalicio de la NBA, el más grande de todos los tiempos. Sabiendo que difícilmente habrá uno igual en unas décadas, da gusto repasar y conocer su historia como un ícono de la persistencia, la responsabilidad deportiva y el inmenso deseo por trascender en el legado del deporte, “como un caballo salvaje”, narran en el cuarto episodio.
El último baile es una gran escapatoria del encierro y el aislamiento en casa. Viajen a las canchas, casi 30 años atrás, para culminar con un espectáculo en el Madison Square Garden. Después nos lo agradecen.