Hace más de un siglo, tener un espíritu viajero no era una característica deseable. En cambio, era considerada una enfermedad psicológica.
Como Ian Hacking describe en Mad Travelers: Reflections on the Reality of Transient Mental Illnesses [Viajeros locos: reflexiones sobre la realidad de las enfermedades mentales transitorias], Albert Dadas fue el primer hombre diagnosticado con “viajar obsesivamente, sin identificación o una razón específica para viajar”, en Francia, en la década de 1890. Dadas fue uno de los tantos en una epidemia de hombres franceses que fueron encerrados por viajar, ya fuera cruzando fronteras o continentes, sin un destino aparente o un plan en mente. Cuando atrapaban a estos hombres, los encarcelaban o encerraban en manicomios, y eventualmente los diagnosticaban como “turistas patológicos”.
Estos diagnósticos continuaron en Francia durante 23 años, desde 1886 hasta 1909. Según Hacking, eventualmente la epidemia tuvo repercusiones culturales por su uso indebido como un diagnóstico conveniente, en vez de una verdadera enfermedad psiquiátrica. Los doctores etiquetaban a los hombres como turistas patológicos por cualquier comportamiento que se saliera de las normas sociales; abandonar a su esposa, dejar el ejército, renunciar al trabajo, etc. Si bien los diagnósticos eran errados, esto me llevó a cuestionarme la relevancia de este estudio hoy en día. Principalmente: ¿cuál es la psicología colectiva detrás de la obsesión de la sociedad con el espíritu viajero?
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“La libertad no es tener varias opciones de cereales o más vacaciones en la playa para tomarte fotos”.
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Acabo de llegar de unas vacaciones. Cuando desperté de mi rutinaria siesta pos vuelo, me sentía mareada y desorientada. Froté mis ojos, miré a mi alrededor y me acordé de que había vuelto a la realidad. Tuve una reacción física frente a eso; sentí la adrenalina en mi pecho y luego nada. El escape que había buscado y encontrado al viajar, ahora solo era un recuerdo. Antes de que pudiera concentrarme lo suficiente para escribir la primera palabra de este artículo, me encontré imaginando cuál sería mi siguiente escape. ¿Cuándo sería mi próximo día libre? ¿Debería simplemente empacar e irme? Comencé a divagar por las páginas de viajes sin un destino en mente. Yo era la turista patológica digital de hoy.
Crecí mudándome de país cada dos o tres años. Nací en Nueva York y me crie en Túnez, Marruecos, Argentina, Inglaterra y Emiratos Árabes Unidos. El cambiar de ambiente era la única cosa que no cambió en mi vida. Este año he tomado más de 30 vuelos por placer y negocios, y nunca me he detenido a preguntarme las intenciones de los mismos. Considero que los viajes nos hacen interesantes, pero, ¿esa es la razón por la que nos interesan?
En Todo está jodido de Mark Manson, describe cómo “cualquier participante activo en la sociedad moderna es propicio a una serie de comportamientos adictivos de bajo nivel: revisar tu celular, terminar series que no te gustan, viajar no porque quieras, sino por decir que lo hiciste. Buscamos distracciones”.
“La libertad no es tener varias opciones de cereales o más vacaciones en la playa para tomarte fotos”. El 90 % de los jóvenes viajeros comparte fotos en redes sociales. #Wanderlust [deseo de viajar] tiene más de 108 millones de publicaciones en Instagram. Creo que el viajar es una faceta hermosa y enriquecedora de la vida, pero también estoy lista para cuestionar el propósito detrás del porqué tantos de nosotros viajamos y si podríamos ser adictos a ese tipo de comportamientos o ideas.
Hablé con el doctor Gwilym Roddick, un psicoterapeuta y especialista en adiciones en el Ross Center, para entender mejor las conductas adictivas y si, de hecho, alguien podría ser adicto a viajar. Primero, tenía que entender el proceso de cómo una adicción es diagnosticada. Roddick me explicó que: “el proceso de evaluación implica preguntarse: ¿cuál es la función del comportamiento y cómo perjudica y beneficia la vida de la persona, su bienestar, y lo que es importante para ellos?”.
Gracias a la naturaleza de la adicción, y sus repercusiones culturales, el doctor dice que “es importante observar que ‘adicción’ es una palabra o término, como todos los diagnósticos mentales, que fue inventada y es contextual. La palabra tiene muchas cosas implícitas, tanto buenas como malas”, explica. “Vale la pena mencionar que los diagnósticos de la salud mental están basados en normas de comportamiento y culturales, que usualmente son determinadas por la cultura de poder y por quien promociona estas ideas para obtener influencia. No toman en cuenta a todos y a todo”.
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“¿Podría aplicarse esta misma evasión del sufrimiento a la adicción de un individuo a viajar? Roddick reflexiona: ‘Analizaría sus movimientos, ¿tiene un comportamiento de evasión? ¿Por qué lo hace tan seguido?’”.
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Cuando pensamos en comportamientos adictivos, usualmente vemos el objeto de la adicción en vez de las causas subyacentes que le dan origen. Roddick explica con más profundidad al decir: “Al evaluar este asunto usando dos modalidades terapéuticas basadas en evidencia, terapia cognitivo conductual y terapia de aceptación y compromiso [en inglés ACT], los comportamientos que llamamos ‘adicciones’ son intentos de aumentar el placer o evitar el sufrimiento, que básicamente es una sola cosa: evitar sufrir”.
En este contexto, sufrir es una palabra que describe lo que los humanos hemos designado como algo indeseable, malo o incorrecto que uno debe experimentar y luego evitar lo más posible. Esto podría ser cualquier cosa desde ansiedad a aburrimiento. La mayoría de las condiciones de salud mental involucran alguna forma de evasión, y desde la perspectiva del ACT, el tipo específico de evasión es lo que crea un “diagnostico”. Por ejemplo, el usar sustancias de manera compulsiva, el apostar o el comprar en exceso tienen aspectos de evasión, solo que de diferentes maneras. Esto hace que la exploración y la atención a diferentes factores sean necesarias”.
Entonces, ¿podría aplicarse esta misma evasión del sufrimiento a la adicción de un individuo a viajar? Roddick reflexiona: “No en lo que respecta a viajar. Mudarse, quizá, pero no usaría el término ‘adicción’ para describir su comportamiento. Analizaría sus movimientos, ¿tiene un comportamiento de evasión? ¿Por qué lo hace tan seguido? Por ejemplo, en los programas de recuperación, se utiliza un término llamado “fugas geográficas”.
Muchas personas con un trastorno por consumo de sustancias se mudan con frecuencia cuando sus circunstancias se vuelven demasiado difíciles emocional y psicológicamente, a manera de evitar el problema y esperar que desaparezca al estar en un ambiente diferente. En algunos casos, un entorno es extremadamente contraproducente para el bienestar de una persona por lo que debe irse, pero en varios casos que he visto, una “fuga geográfica” es simplemente una estrategia para evitar tener que lidiar con los problemas. Es una solución rápida que proporciona alivio inmediato, lo que se experimenta en el cerebro, de la misma manera que el placer”.
Pensé en mi año de viajera; en cuánto busqué escapar de relaciones o de la oficina; en cuánto me ayudó con el dolor de pensar que mi vida es trivial; en cuánto me hacía sentir valorada por otros al decir que había viajado bastante. “Usualmente le digo a mis clientes que van o están pensando en mudarse para tener un ‘nuevo comienzo’ -lo que significa que sus síntomas o su dolor se irá por completo-, que solo durará unas semanas, quizá más, pero la ansiedad, la depresión o el abuso de sustancias, regresará con la misma intensidad o peor”, añade Roddick.
Si estás viajando con la esperanza de que estar en un lugar nuevo arreglará todos tus problemas, piénsalo de nuevo. Lo he hecho muchas veces, y aunque sí he encontrado momentos de paz o distracción, cuando decido volver y acomodarme en el nuevo lugar, ese sufrimiento aparece de nuevo. Así como con cualquier otro aspecto de la vida, hay razones positivas y negativas para hacer algo. Afortunadamente con los viajes, aunque lo hagas por razones positivas o negativas, hay mucho por ganar. Sería mejor si no usamos la palabra adicción cuando pensamos en viajar. Quizá, la mejor manera de verlo es revisar las intenciones detrás de ese viaje. Si ves que estás viajando mucho sin una razón aparente, sin siquiera un interés en el destino, pregúntate: ¿hay un sufrimiento que estás intentando evitar?
Si viniste a este artículo buscando una respuesta, cambia tu objetivo. No busques respuestas, busca preguntas. Entre más te preguntes, más aprenderás sobre ti mismo. Sigue viajando, ve más lejos, explora, conoce nuevas personas y haz nuevos amigos. Solo no lo hagas por escapar de tu vida, sino para enriquecerla. No puedes evitar sufrir ni sentir dolor, pero puedes avanzar y aceptarlo.