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La diversidad y el talento de Moses Sumney

Stephanie Smith-Strickland
noviembre 12, 2020
Desde su último álbum, Grae, el camaleónico artista ha demostrado la alegría y la urgencia de desafiar las etiquetas
Imagen por Isaac Anthony
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Si fuera un busto tallado en mármol, Moses Sumney sería una obra maestra de la pluralidad: cejas bicolores y los laterales decolorados. Sin embargo, a finales de febrero en Los Ángeles, el artista  humano posó, musculoso y sin camisa, con unos pantalones negros ondulantes y un sombrero que, según él, parece un gele [paño africano atado en la cabeza].

Su figura contrasta dramáticamente con el frondoso fondo de limoneros y naranjos en el pequeño campo detrás de él. Momentos antes, Moses y un estilista jugaron con la idea de un sombrero pirata con plumas combinado con una camisa transparente que describió como “demasiado feria renacentista”, aunque los bloqueadores de pezones que lo acompañaban llamaron su atención. Esos pensamientos evocaron los años de colegio de Sumney, cuando todavía no era lo suficientemente valiente para lucir el estilo gótico que deseaba en secreto.

Hijo de inmigrantes ghaneses, Sumney ahora reside en Asheville, Carolina del Norte, donde, según el artista, “todo el mundo es un poco raro” por lo que encaja a la perfección. En 2018 y durante una gran parte de 2019, estuvo en aislamiento (mucho antes de que fuera requisito transnacional) terminando su segundo álbum, Grae. El álbum sigue el aclamado Aromanticism, lanzado en 2017 mientras Sumney todavía estaba encantado con los reconocimientos de su EP de 2016, Lamentations. Mid-City Island de 2014, es un EP fascinantemente nebuloso, creado en una grabadora de casete de cuatro pistas que le regaló Dave Sitek de TV on the Radio.

En 2015, Sumney parecía estar preparado para un estrellato más tradicional, apareciendo en el tema de apertura del álbum Song Reader de Beck y capturando la atención de otros músicos como James Blake y Solange, con quienes sigue colaborando. Fue visto como un cantante de indie querido por las principales discográficas que lo halagaban, un provocador cuyo talento podría ser moldeado en una idea más aceptable de un artista afro de indie. Disfrutó de los halagos, pero finalmente rechazó ofertas de grandes disqueras en favor de Jagjaguwar, un sello independiente que ha sido el hogar de Bon Iver, Unknown Mortal Orchestra, Sharon Van Etten y más. El sello lanzó Aromanticism y, el 15 de mayo, la edición completa de Grae.

Con 20 canciones y poco más de una hora de duración, el proyecto es una declaración abierta sobre la liberación y el existir en espacios liminales. Sus temas se evocan de manera contundente en la canción also also also and and and, en la que Sumney dice: “Realmente insisto en que otros reconozcan mi multiplicidad inherente/Lo que ya no hago es esforzarme por explicarla o defenderla”.

“A lo largo del disco me di cuenta de que podía hacer cualquier cosa”, afirma, “y que el permiso para hacerlo lo doy yo. Entonces, ¿por qué no ser audaz?”. Es una pregunta retórica, pero plantea otra: ¿La audacia de Sumney se puede sostener en una industria que tiende a alabar la individualidad con palabras vacías mientras la apila en cajas?

Gran parte del lenguaje narrativo del proyecto se establece a través de viñetas habladas de parte de amigos y creadores como la autora y crítica cultural Taiye Selasi, la escritora y conferencista Ayesha K. Faines, el actor Ezra Miller, el escritor Michael Chabon y la actriz Michaela Coel. Sus voces proporcionan un refuerzo estructural a las observaciones de Sumney sobre la naturaleza intrínsecamente fluida de la identidad cultural, la identidad de género y la sexualidad. A lo largo del álbum, el cantante reflexiona sobre cómo los diferentes modos de conformarse con la sociedad pueden, si uno tiene el valor, ser deconstruidos y luego reconstruidos para reflejar verdades personales en espacios de soledad.

Para Sumney, quien dejó su vida en Los Ángeles en 2017, la quietud de Asheville se convirtió exactamente en eso, una isla donde podía reflexionar libremente y, como una oruga en un capullo, prepararse para la transformación.

“Es difícil que te importe lo que piensen los demás cuando no estás enfrentado a eso constantemente”, comenta. “Viviendo en L.A. te enfrentas constantemente no solo a lo que otras personas piensan de ti, sino a lo consiente que estás de eso. Puede que no piensen nada en absoluto, pero te mueves de una manera en la que constantemente te enfrentas a tu propio yo. Al ir dejando de estar con personas, me enfrenté a mí mismo, pero no a través de los ojos de los demás, sino a través de los ojos de mis propios deseos. Siempre busco ser honesto en mi trabajo, y sentí que lo más honesto que podía hacer era seguir esos deseos, que son bastante variados”.

En el video de Virile, uno de los sencillos de Grae, un Sumney sin camisa baila en un congelador de carne, burlándose y huyendo de símbolos de masculinidad tóxica. Es el acompañamiento apropiado a una canción que reflexiona sobre las construcciones de la masculinidad, rechazando sus motivos de unión por encima de un paisaje sonoro de arpa, flauta, cuerdas y bajo (cortesía del productor, Kendrick Lamar, y  del colaborador y virtuoso de gama baja, Thundercat). Grandilocuente y teatral, pero a veces profundamente introspectiva, la voz de Sumney actúa como un agente de unión, fusionando los instrumentos en un sueño consciente cohesivo, o pesadilla, para aquellos atrapados en la interpretación de la masculinidad.

“Estoy volviendo a eso”, dice Sumney. “La masculinidad, cuando es positiva, es putamente buena. Desafortunadamente, la versión tóxica de la misma es lo que reina en la tierra. Es importante entender que hay masculinidad y feminidad en todos, si decides identificarte con esas dos cosas. Hay gente que no lo hace con ninguno de los dos, y eso también está bien. Creo que es algo natural que existan ambos. Así que ahora solo intento pensar en cuáles son las formas positivas en las que la masculinidad puede existir. A veces la masculinidad está en las mujeres, y a veces en los hombres. Es lo mismo con la feminidad, ¿no? Así que ahora pienso: ‘Genial, me gusta ser un hombre’, siempre y cuando no sea opresivo”.

Tales observaciones influyen en una tesis más grande de Sumney: todos deberíamos ser libres de existir en áreas grises y de doblar las reglas de la misma manera en que aquellos con privilegios estructurales siempre se lo han logrado. “En términos de quién puede doblar las reglas, en su mayoría son hombres blancos”, dice. “Para mí fue fascinante ver que muchas de las razones del origen de cómo se supone que debe actuar un hombre provienen de la sociedad blanca convencional, pero también, las personas que son perdonadas más por romper esas reglas son hombres blancos”.

Y continúa: “El crecer, no solo en un hogar africano, porque también se aplica a los afroestadounidenses, sino el pensar en la estructura del desempeño de la masculinidad y en cuánto podía doblarla, o tejer dentro y fuera de ella, fue un proceso de desaprender. Creo que, una gran parte del desaprendizaje, fue: “Bueno, [los hombres blancos] lo están haciendo, ¿por qué diablos no puedo yo? Puede que tu vida sea más difícil, pero sí tienes opción”.

Existir de manera auténtica afuera de los espacios asignados, potencialmente sacrificando la comodidad y las ganancias, complica la carrera de Sumney, pero también le ha dado un don: la capacidad de crecer y aprender sin la obstrucción de las expectativas de los demás. No todo el mundo recibe el don, así como explicó en un largo hilo de Twitter destacando a los muchos artistas afro indie (algunos de ellos queer) que sentía merecen más reconocimiento.

La posición de Sumney propone una dicotomía interesante: por un lado, la música popular a menudo acepta expresiones de fluidez. Desde Prince hasta Freddie Mercury y Patti Smith, hay una larga línea de artistas mainstream cuya experimentación con ideas de género y sexualidad son inherentes a sus identidades personales y profesionales. Pero su existencia es la excepción y no la regla, aún más para artistas no blancos, muchos de los cuales están encasillados por la expectativa de que se adhieren a las ideas prevalecientes de la “música afro”.

El peso de tales implicaciones es más que teórico. Es muy difícil para los talentos emergentes de centroizquierda encontrar maneras de ocupar un lugar de manera significativa, para navegar sus carreras de manera autentica, cuando el forjar dicho lugar está supeditado a la asimilación. Ya sea Sumney o una artista como K. Michelle, quien ganó prominencia como cantante de R&B porque fue disuadida de comercializarse como artista de country, vemos este conflicto muy seguido. Pero aún más preocupante es lo fácil que es para los artistas blancos salirse de este marco, cambiando sin esfuerzo entre identidades, delineaciones de género y más, completamente ajenos al hecho de que a sus pares racializados, rara vez se les extiende la misma gracia.

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La masculinidad, cuando es positiva, es putamente buena.

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“Está el simple hecho de que una vez haces algo en el mundo, es como si el mundo esperara que lo hicieras para siempre”, dice su colega Shaun Ross, cuyo albinismo lo convirtió en una cara poco común en el mundo del modelaje. Ross está comenzando una carrera musical, pero está descubriendo que su historia como modelo y su estética sónica experimental son a menudo difíciles de aceptar para el público general. Al igual que la música de Sumney, los sonidos de Ross con influencias de funk y futurismo se basan en experiencias queer mientras desafían la categorización fácil. Aunque su música le ha dado una base de fans devota, también ha creado obstáculos en sus esfuerzos por infiltrarse en espacios musicales más mainstream.

“La gente debe entender que antes de cualquier cosa, somos artistas”, dice Ross. “Todos deberíamos ser capaces de tener esta libertad de expresión que no está asociada a la necesidad de etiquetas, ya sea en lo que respecta al género, la raza, la sexualidad o cualquier otra cosa”.

Grae crea en una multitud de maneras, todas las cuales son fieles al artista, y el enfoque de Sumney es mucho más emocionante que los diálogos que buscan concretar las construcciones de lo amorfo. “Tenemos una identidad, y luego una identidad a escala nacional, y esas conversaciones pueden ser realmente porosas y muy superficiales, además de un poco aburridas”, dice. “Todos están diciendo lo mismo una y otra vez. Ya sea que estén de un lado o del otro lado, son solo dos lados de una moneda. En cierto modo, no quería hablar de ello porque seguiría hablando de identidad. Pero fue algo honesto para este proyecto”.

Sumney también tomó su educación transcultural y transcontinental como inspiración para su música. La agitación de vivir entre mundos drásticamente diferentes produjo un sentimiento de apátrida, pero también una comprensión de cómo la identidad, el género e incluso la sexualidad, en relación con la nación, se siente absoluta solo en ciertos entornos, y de por qué las conversaciones en torno a comunidad y pertenencia pueden ser miopes.

“Pensaba en lo que era crecer en ambas costas, en la costa de África y en la costa de los EE. UU.”, dice. “Me hizo pensar en cómo la base de mi personalidad o identidad es el desplazamiento, y de dónde viene eso. He pensado más en sentirme desplazado, y que quizá me gustan diferentes tipos de cosas porque mi vida ha sido una mezcla de muchos géneros y nunca me he acogido completamente a ninguno de ellos”.

Mientras vivía en Los Ángeles, Sumney también comenzó a cuestionar lo que significaba asumir una identidad, más específicamente una ligada a la afrodescendencia. “Había pasado años tratando de construir comunidad con la gente”, dice. “Esto es demasiado honesto, pero no me importa. De hecho, me di cuenta de que, al construir con la gente, especialmente con los afrodescendientes, tenía que hacerlo de maneras que se sentían forzadas. Forzadas solo porque para ser aceptado, tuve que deshacerme de cosas sobre mi persona; deshacerme de cosas de mi personalidad y de ciertos tipos de amigos para que yo fuera más agradable. Sentí que era un sacrificio necesario, porque era importante para mí, y lo sigue siendo; tener una comunidad con los afrodescendientes y animarlos. Entonces entramos en cuarentena y pensé: ¡Oh, ahora mi comunidad son los árboles, los pájaros y las ardillas!".

Se ríe y continúa: “Tuve tiempo para pensar en por qué creamos estas estructuras. ¿Por qué tengo que jurar lealtad de una manera que minimice mi individualidad? Empecé a rebelarme y, al profundizar en ello, me di cuenta de lo necesario que es para la gente tener una comunidad, especialmente personas que son marginadas y rechazadas por la sociedad dominante. La comunidad fue y es una medida protectora, y creo que realmente me ayudó a empatizar mucho mejor, incluso si las formas en que se construye la comunidad puedan insalubres y perjudiciales”.

Por todo su discurso de aislamiento e individualidad, Sumney se encuentra preparando un caso, característicamente complejo, para la comunidad. Eso explicaría el elenco de colaboradores en su último disco. Es una ironía que se revela a sí misma a medida que escuchas: sin esa gama de voces, el álbum se sentiría menos unificado. Esta es la fuerza que empuja a Grae más allá de un testamento a la soledad o a una exploración de la mera dualidad. El mundo de Sumney contiene tantas caras como necesitamos para abarcar nuestro verdadero yo: emocional, romántica, físicamente y más allá.

De cierta manera, es un acto humilde hecho por un hombre imperdible, una transparencia que deja entrever mientras explica su pensamiento detrás del mosaico de interludios hablados.

“Sabía que no quería hablar en el disco”, dice. “Sabía que necesitaba una manera de unir las canciones, porque, sónicamente, las canciones son tan dispares que necesitaban fundirse entre sí para que fuera una experiencia cohesiva. Y luego, con esos interludios dije: ‘Bueno, la gente necesita hablar”.

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