Pocos escritores pueden presumir tener novelas traducidas en más de cinco idiomas. Muchísimos menos cuentan con clubs de fans en diferentes países, como Argentina, Brasil, México, Italia, Perú, Colombia, Estados Unidos y España, entre otros. Y a tan solo una minoría la reciben con pancartas, cánticos y gritos de euforia en los aeropuertos alrededor del mundo. Megan Maxwell, de 54 años, cumple esas tres premisas. Check, check, check.
La escritora española todavía se deleita con las ostentosas bienvenidas de sus Guerreras y Guerreros, el apodo con el que se refiere a sus lectores. Tras 10 años de trabajo y más de 30 novelas publicadas, se ha convertido en uno de los fenómenos más grandes de la literatura hispana, con ventas de más de dos millones de ejemplares y una comunidad completamente fidelizada. La cercanía con sus lectores, su gran imaginación, la construcción de sus personajes y sus sagas han traspasado fronteras.
Desde que se especializó en las novelas románticas y eróticas, despegó y nada ha podido detener ese cohete que la ha llevado al estrellato. En su visita a Bogotá, conversamos con Megan sobre la importancia del empoderamiento femenino, la piratería, su facilidad para escribir escenas eróticas y su último libro, Bienvenida al club.
Es un hecho que los hombres ven más porno que las mujeres, pero en la literatura es distinto. Los libros están más arraigados al público femenino...
Lo que pasa es que los hombres, desde mi punto de vista, son más visuales y las mujeres son más de imaginar. A los hombres ver una película los excita mucho más, en cambio a las mujeres nos excita mucho imaginarlo. Todos tienen sus fantasías sexuales, aunque no sea algo que hablemos normalmente. Tú llegas a la oficina el lunes y cuentas que te echaste una barbacoa, pero no llegas a decir que hiciste un trío. Hay ciertas cosas de la vida que no se hablan, sea por tabú o por mil cosas.
¿Crees que algún día el sexo dejará de ser tabú?
A mí me encantaría, pero seguramente yo no lo voy a ver. Ni siquiera mis nietos. Es un tema muy tabú. Espero que se normalice, pero quién sabe cuándo. Eso significaría para el mundo un paso enorme. Si yo hubiera escrito Pídeme lo que quieras -que es mi primera novela erótica- hace 25 años, hacía un escándalo. Yo creo que me habrían echado de España.
Escribir una escena erótica es distinto a escribir un libro erótico entero. ¿Qué es lo primero, lo más esencial, para escribir una novela como Yo soy Eric Zimmerman?
El sexo en la romántica es explícito, pero hay un punto en el que yo sé que debo parar. En la erótica sé que ese punto lo puedo traspasar y mantener un ritmo. Primero me lo tengo que imaginar yo y me tengo que calentar yo, para que el lector lo pueda sentir igual. Eso no quiere decir que yo haga todo lo que dicen las novelas [risas]. La gente piensa que yo hago todo eso...
¿Cómo potencias tu imaginación para lograr esa conexión?
San Google. Si escribo novelas medievales del siglo XIII, busco [información] sobre castillos y qué se comía en esa época, y ambiento la novela para que sea creíble. Cuando escribo novelas eróticas, pues intento buscar escenas y momentos eróticos. Como yo lo oriento mucho hacia el mundo swinger, que es el mundo de intercambio de pareja, me meto en bares en Internet. Por ejemplo, en uno de esos bares encontré un chat y conocí a una pareja. Les conté quién era, lo que quería hacer y les pedí que me ayudaran un poco a entender ese mundo, y sobre todo que me describieran escenas cuando ellos practicaban ese tipo de sexo.
En tu último libro, Bienvenida al club, decías que "se acabó ser una princesa, para empezar a ser una guerrera".
Desde hace tiempo las mujeres hemos sido un cero a la izquierda o la típica princesita de la casa. Que nadie te toque y nadie no sé qué. Y venga, dejemos de ser princesas y seamos guerreras. Eso viene porque yo soy una hija de madre soltera y tuve que pelear contra un montón de cosas. Desde niña mi mamá me enseñó a ser una guerrera. Vivíamos con mi mamá, mi abuela, mis tías y yo; éramos todas mujeres. Eso de ser princesas es muy bonito, pero espabílate porque siendo princesa en la vida siempre esperarás que alguien te solucione algo. Debes ser guerrera y aprender a solucionarlo tú.
¿De ahí viene la inspiración de la historia?
Yo también me he divorciado. Este libro me ha ayudado también a decir eso, de espabilarnos un poco. Yo de tonta no tengo nada, pero siempre quedarás dolida. Y hace unos años no podías ser amiga de otra mujer, parecía que las mujeres teníamos que estar compitiendo por quién era más guapa. Chica, déjate de tonterías, porque unidas las mujeres somos mucho más. En el libro hablo de por qué es bueno tener amigas de verdad, eso es lo que te salva. Además, los hombres desde siempre los crían como los fuertes, y cuando llega una mujer que te dice: "me gusta esto" o "ven que te voy a hacer esto", os acojonáis [risas].
¿Cuál es el último empujón que necesitan las mujeres en el mundo para sentir más ese poder y esa seguridad?
Quererse. Hay muchas mujeres que aún no se quieren, que se sienten infravaloradas por el tipo de cultura con la que han crecido o por el tipo de persona que tienen a su lado. Tenemos que querernos y valorarnos. Yo puedo, no necesito tener un cuerpazo. Yo puedo hacer lo que puede hacer cualquier otra persona.
El consumo de libros físicos ha disminuido en los últimos años, pero los tuyos no se han dejado de vender. ¿A qué le atribuyes esa fidelidad de tu público?
Realmente no sabría decírtelo. Yo creo que ya es cuestión de cariño, de feeling. Aunque saque una novela y a los 10 minutos esté pirateada, tengo la suerte de que la gente que realmente me lee, compra la novela. Para mí la piratería es una putada como escritora. Es como si tuvieras una panadería y te levantas a las 3:00 a.m. a hacer el pan, pero luego llega alguien, con toda tranquilidad, abre la puerta, coge un pan y se va sin pagar. ¿Cómo te parecería a ti?
Aquí en Colombia la piratería está cada vez más normalizada. ¿Hay algún camino para que evitar esa indiferencia?
La única vuelta atrás con la piratería es que los Gobiernos lo tomen como algo serio. Si no, será difícil. En España tampoco han sido serios. Yo saco un libro y a los 10 minutos ya está en Internet subido. Es alucinante.