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Porno en en Colombia ¿Un pecado que no es negocio?

Natalia Jiménez Durán
agosto 13, 2019
Imagen por Santiago Correa
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Este artículo aparece en la edición impresa 09 de PLAYBOY COLOMBIA

"La sexualidad es una necesidad biológica, como comer y dormir, lo que hace necesario que la canalicemos cada vez que así lo sintamos”, explica el sexólogo Felipe Castro. A pesar de que esto está científicamente claro, crecimos bajo una cultura que restringe el placer y niega el cuerpo en su estado natural. Los desnudos y la pornografía todavía se ven por encima del hombro. Consumimos porno a escondidas y les decimos a los niños que tocarse y explorar su cuerpo es malo. ¿Por qué satanizar el cuerpo humano, si desde la religión ‘oficial’ nos han dicho que Dios nos hizo a su imagen y semejanza? Cuesta creer que Dios haya creado la manzana para que los humanos no se comieran, perdón, no se la comieran. Al fin y al cabo, desperdiciar comida también es pecado.

Esta línea moral de prohibiciones nos ha convertido en una sociedad temerosa y de mente cerrada; no hay que tener sexo hasta el matrimonio, no se puede comer carne en cuaresma y el porno es para enfermos.

La sociedad colombiana todavía vive con tabúes, estigmas y prejuicios que han impedido el desarrollo cultural y económico de muchas industrias. Según Amaranta Hank, la popular estrella colombiana del sexo, a pesar de todo, el porno en Colombia “es una industria que está surgiendo hace más de 15 años, siempre ha funcionado de a poquitos, está en un despegue que no despega en realidad. No ha habido un mercado ideal en Colombia, como una página colombiana que se venda para Colombia, porque tampoco hay cultura de compra para pagar por ver, y menos por tarjeta de crédito. Si hay pornografía gratis, ¿por qué pagar? Eso es lo que ha tenido en quietud la industria en el país”.

Siempre hemos visto porno a escondidas, ocultando casetes de VHS, revistas y DVD debajo del colchón. Internet ha hecho que el acceso al porno sea gratuito e inmediato; solo con tener un celular con datos lo tienes todo al alcance de la mano. Bueno, masturbarnos siempre ha estado en nuestras manos. ¿Quién pagaría por porno, si lo tiene gratis? “El verdadero seguidor de porno tiene muchos gustos, y cuando tiene dinero lo invierte en buen porno”, explica Ramón Nomar, actor venezolano que junto a Amaranta ha organizado la Escuela Porno en Medellín.

“En la época de los DVD, comprar una película porno original, de productoras como Digital PalyGorund o Penthouse, salía muy caro. Era gente que invertía 500 mil dólares en una película de 5 escenas. Ahora una compañía no se gasta eso nunca en la vida. La experiencia cambió totalmente. Antes se hacía con todas las de la ley para que quedara como una producción de Hollywood”, explica Cristian Cipriani, productor y director colombiano. Antes las películas porno tenían historia, trama, diferentes desnudos y varias escenas de sexo. Ahora lo más visto en la paginas de porno son penetraciones y escenas de 6 a 20 minutos. Nada se salva de la tecnología; “las nuevas plataformas han revolucionado la comunicación y, con ello, el mundo del entretenimiento para adultos”, comentó Nomar.

Muchas industrias se encuentran en crisis por el desarrollo de las redes sociales y el fácil acceso a Internet, el porno es una de ellas. Evolucionar con las nuevas maneras de comunicación es para estas industrias la única salida de la crisis. “El mayor reto para todas las compañías es adaptarse a las nuevas tecnologías”, asegura Cipriani. Pero para Amaranta el problema va más allá, hay muchas comunidades colombianas que aún no tienen acceso, conocimiento o credibilidad en las redes sociales. Por otro lado, también hay desconfianza en las plataformas o nuevos métodos de pago. “En Colombia el público es muy diverso, yo tengo seguidores que son profesionales y que solo quieren hablar conmigo, conversar y manejan cualquier red social o método de pago sin ningún problema. Como tengo seguidores que están en un cultivo de plátano o en una mina, y no tienen ni puta idea de qué es Snapchat, me toca explicarles cómo me pueden ver ahí o cómo pagar, me dicen: ‘Yo quiero pagar, pero no sé inglés, o no sé cómo meter la tarjeta de crédito, o nunca me han gustado’. Es cultura”, complementa Ramón.

Cortesía 17/26 producciones

Colombia no tiene cultura porno

Y no es por falta de interés, es por falta de conocimiento. “Hay que reconocer que en Colombia hay una cantidad muy amplia de personas que quieren hacer porno, a mí a diario me escriben de 30 a 100 personas preguntando cómo entrar a la industria. Todo el mundo quiere hacer parte, o por lo menos les causa curiosidad”. Pero nuestra idiosincrasia no nos deja ver el porno como una industria audiovisual que requiere guiones, cámaras, dirección y gastos en promoción. Tampoco nos enseña a respetar a los actores porno como profesionales. Por el contrario, vemos la pornografía como un recurso fácil para masturbarnos, no indispensable porque todos nos hemos masturbado a punta de imaginación. Es difícil que un colombiano vea esta industria como la de Hollywood o que en el país se creen unas premiaciones para este sector.

Es obvio que todos vemos porno, eso se sabe, pero no se habla. En Colombia casi ningún joven se atrevería a decirle a sus padres que quiere ser una estrella porno. Y muchos otros piensan que esta profesión consta solo de ir a tirar con una o más mujeres, y que además les van a pagar. “Yo sería actor porno” habrán dicho muchos.

Por sorpresa no hay ningún actor que represente a Colombia en la industria. La realidad es que no es un trabajo tan fácil como lo ve la mayoría de los hombres en su imaginario. Amaranta definió esto como otro obstáculo para el desarrollo de industria local: “Es muy difícil conseguir buenos actores en Colombia. Me ha pasado que llegan a castings a golpear a las chicas inmediatamente y a pedir felaciones fuera de escena. Conseguir un equipo de producción también es complicado. Por ejemplo, he trabajado con expertos grabando comerciales, pero al momento de grabar porno se quedaban viendo la penetración y la cámara se les iba a otro lado. Entonces ha sido complicado encontrar el equipo de trabajo ideal en Colombia, pero seguimos en esa búsqueda, porque acá hay mucha gente que quiere hacer pornografía”. La actriz también explica que no siempre hay química entre los actores de una escena, y esto no deja que las erecciones se den fácilmente.

Parte de lo que quieren lograr Amaranta y Ramón con su Escuela de Porno es mostrarle a la gente que ser actor de esta industria es una profesión como la de un actor de teatro convencional. “Parte de esta misión se enfoca en abrir la mentalidad de las personas a la hora de aceptar nuestro trabajo como es, que sí es un poco excepcional en comparación a los demás, pero somos personas completamente normales y todos hemos tenido que pasar por esos estigmas de ser un trabajador sexual. Nosotros somos profesionales y tenemos que comunicarnos como tales, con el público y con nuestros compañeros y compañeras de trabajo. Que los guiones sean vulgares no quiere decir que así seamos naturalmente”, aclara Ramón.

Desde su perspectiva de director, Cipriani señala que para dirigir su empresa de contenido para adultos necesita ser casi psicólogo y tratar de entender la mente humana; “entre más personas conozcas, más capacidades adquieres para entender a otras”. No es tan fácil hacer porno y, aunque sea difícil asimilarlo, es una industria en la que trabajan profesionales de todo tipo para lograr un producto que logre excitar al público, pero no solo desde las escenas de sexo, sino desde una trama que te envuelva en la historia.

La pornografía como negocio local

¿Cómo se sustenta el porno si podemos acceder a él sin pagar? Nomar explica que por el alto tráfico que tienen las páginas gratuitas (PornHub registra hasta 100 millones de visitas diarias), estas viven de la publicidad, y las membresías aún dejan ganancias para una industria que mueve hasta 80 mil millones de dólares al año.

“El 80 % de las producciones que se ven en Internet son habladas en inglés. La industria latinoamericana todavía está despertando al respecto, nosotros [los latinos] somos más de 900 millones de personas en el mundo, tenemos que entender cómo funciona este negocio para explotarlo”, asegura Ramón. “Es muy rico escuchar cómo se expresa cada nacionalidad latina en la cama, incluso a los anglosajones les atrae muchísimo la mujer latina, entonces no es falta de material”, añadió.

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La sociedad colombiana todavía vive con tabúes, estigmas y prejuicios que han impedido el desarrollo cultural y económico del porno.

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“Desde la industria hay muchas productoras interesándose por venir acá, tenemos la fama de las chicas colombianas muy lindas y de paisajes muy bonitos”, cuenta Amaranta. Pero no es lo mismo que vengan productoras de otros países a grabar con casting colombiano, a que los propios colombianos y latinos creemos nuestras historias llenas del sabor y la pasión que nos caracterizan.

En Colombia existe una productora que ha sabido ir al ritmo de la evolución de los medios. Andrea García es una de las pioneras en la industria colombiana para adultos. Esta productora y directora comenzó muy joven y su primer proyecto erótico fue SexMagazine, seguido por el primer canal ‘pague por ver’ en Colombia, Kamasutra. Ahí Cristian Cipriani y García comenzaron a trabajar en equipo, también hicieron Switch, uno de los programas para adultos más famosos en Latinoamérica.

17/26 Producciones ya creó el proyecto para acoplarse a esta nueva era. Desarrollaron una experiencia que combina el porno y la webcam: The Porn House Webcam Studio. Cortesía 17/26 producciones

Tras el triunfo de Kamasutra, fueron invitados varias veces al Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona, y entre 2002 y 2007 rodaron varias películas en Colombia. Algunas de estas producciones fueron nominadas al Festival Internacional de Cine Erótico de Buenos Aires. Como fruto de estos trabajos, García y Cipriani crearon 17/26 Producciones, la empresa colombiana más exitosa en esta industria.

Todos los proyectos de esta productora iban de la mano con los avances tecnológicos de cada época, “del VHS pasamos a los canales pague por ver, luego al DVD, y luego llegó el Internet, ahí creamos 7labios.com y santalatina.com. Ahora el porno evolucionó a una experiencia más amplia, con más fetiches y capacidades de satisfacer las fantasías de más personas, pero los costos de producción son menores”, cuenta Cipriani, y explica cómo llegaron a ser los productores más grandes de Colombia: “Con la llegada del Internet muchas empresas españolas productoras de porno quebraron y las que sobrevivieron buscaron producir a bajo costo, y Colombia es perfecto para las producciones de bajo costo. Ahí empezamos la producción masiva para muchas compañías donde pagabas la membresía por una cantidad de escenas. Esa experiencia se mantuvo unos 8 o 9 años hasta que apareció la webcam”.

Ahora las páginas de contenido para adultos sirven como plataforma para mandarle tráfico a las webcamers, te lanza directo al portal que elijas. “El porno terminó trabajando para la webcam”. De hecho, Colombia es el segundo país con más webcamers en el mundo y 17/26 Producciones ya creó el proyecto para acoplarse a esta nueva era.

Desarrollaron una experiencia que combina el porno y la webcam: The Porn House Webcam Studio. Esta se verá en santalatina.com. “La idea es que te conectes desde tu celular o computadora a las diferentes cámaras que hay en la casa; habitaciones, estudio, sala, terraza o incluso al baño. Es un reality 24 horas, online, dónde estaré dirigiendo a un equipo de chicas. Es una producción que ya no se va a limitar a un pene o una vagina”, señala Cipriani.

A pesar de que estos productores son colombianos, gran parte de los ingresos viene del extranjero. “Las modelos webcam colombianas prefieren el público norteamericano y europeo”, cuenta Amaranta. Por su parte, Cipriani indica que “iniciar una productora de porno actualmente no es negocio, nosotros llevamos un recorrido de 15 años, un grupo de clientes y una reputación. Con la experiencia hemos aprendido a movernos, pero para gastar 100 millones de pesos en montar una productora de porno ahora… vas a tener que sufrir mucho para sacarle ganancias”.

Todo parece indicar que acá el porno ha sobrevivido gracias a cierta reputación relacionada con la belleza y sensualidad que tienen las colombianas y al trabajo de quienes han sabido ingeniárselas para vender su material en el extranjero. Los colombianos no pagamos por ver porno, nuestra cultura no nos deja apreciar esta industria. A pesar de que tengamos algunas de las actrices y modelos más buscadas y de que somos consumidores asiduos de esta industria, no queremos reconocer nuestro pecado y, mucho menos, pagar por él.

17/26 producciones Colombia Porno

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