Si querer es humano, ¿por qué no se nos permite a las mujeres desear libremente?
Tengo un amigo que ama publicar imágenes de hombres atractivos en sus historias de Instagram. Él tiene gustos muy variados, hombres delgados, gruesos y musculosos, de todas las razas y etnias.
Hay muchos jugadores de rugby, entrenadores personales e interesados en actividades atléticas. Uno de estos hombres, un fisicoculturista enorme llamado Nick, disfruta posar con sus perros igual de gigantes. Él tiene una barba tupida y levanta una ceja como si dijera “sí, soy así de sexy”. Se graba haciendo ejercicio, levantando cantidades imposibles de peso, sus músculos se flexionan y brillan de sudor por el esfuerzo. Es exquisito.
En sus fotos, este hombre levanta los brazos y aprieta el músculo. Mira tímidamente a la cámara mientras muestra sus rígidos abdominales y su firme trasero. Acostado en una hamaca leyendo, o en una cama perfectamente tendida con una sábana que cubre de forma artística su cuerpo. Estos hombres hacen que quieras tenerlos aunque no puedas. Eres libre de querer sin confrontar tus deseos o todos los obstáculos entre ellos.
Espero con ansias los hombres que mi amigo va a publicar. Cada mañana deslizo a la izquierda en la pantalla con mucho cuidado. Me tomo mi tiempo. A veces, presiono con el pulgar la pantalla para dejar que mis ojos se detengan y hacer más profundo mi deseo. Nunca me decepciono porque no estamos escasos de belleza en este mundo, y luego me dedico a mis asuntos hasta que me dan ganas de volver a disfrutar de estos pequeños placeres de nuevo.
Instagram, como plataforma, se basa en avivar el deseo, sean cuerpos hermosos, buena comida, paisajes paradisíacos o vidas emocionantes. La plataforma entiende la emoción y el filo agudo del deseo, que nos lleva a navegar entre el mar infinito de imágenes. Tal vez nuestros deseos jamás serán satisfechos, pero tenemos acceso ilimitado a lo que queremos. No importa que lo que vemos en Instagram está en gran medida curado. El deseo, después de todo, tiende a ser más sobre lo que imaginamos que sobre lo que sabemos que es verdad.
El deseo, para las mujeres, puede ser complicado. Mientras los hombres normalmente tienen permitido decir que quieren algo abiertamente, codiciar el poder, las mujeres deben ser más discretas sobre sus deseos. Podemos ser deseadas, pero raramente podemos desear algo porque si lo hacemos, si lo anhelamos, si somos codiciosas y desenfrenadas entonces nos ven como putas . Si hay deseo reconocemos que hay un anhelo por satisfacer, que nuestro placer importa y queremos que se vea y sea escuchado.
Estoy interesada en el silencio y las restricciones alrededor del deseo femenino, parece que la cultura ha decidido que hay vergüenza en querer y creer en que merecemos lo que queremos. Parece que tenemos que ganarnos el derecho de querer y ser rescatadas cuando nos atrevemos a desear. Si lo quieres no lo pidas muy fuerte, ni siquiera podemos tener una conversación seria sobre el tema. Siempre hay un marco en el que se enmarca esta conversación como si estuvieras necesitada y desesperada. En estos tiempos, cuando hablamos sobre lo queremos, hablamos sobre anhelos no saciados. Cuando alguna se abre abiertamente sobre lo que quiere, se burlan por la audacia de sentirse deseosa. Y si no hay burlas, son condescendientes con la retórica sobre el empoderamiento. ¿Una mujer expresando sus deseos? Mira lo atrevida y valiente que es.
La triste verdad es que las mujeres que expresan sus deseos son vistas como valientes.
De vez en cuando, hay algún fenómeno cultural, particularmente en la literatura, que les da a las mujeres permiso para desear abiertamente y luego comenzamos a ver la ferocidad del deseo de las mujeres: Story of O de Pauline Réage, Fear of Flying de Erica Jong, la serie Outlander de Diana Gabaldon o Cincuenta sombras de Grey de E.L. James. A medida que las mujeres acuden en masa a estos libros y los utilizan como permiso para expresar su deseo y buscan lo que podría darles placer, los medios de comunicación se vuelven frenéticos. Las mujeres se convierten en criaturas misteriosas e incomprendidas. ¿Quién sabe qué motiva a las mujeres si encuentran erótica la literatura erótica?
También vemos este permiso para demostrar deseo abiertamente, las mismas preguntas pero en el arte visual. En When I Go To Sleep I Dream of You Inside of Me de Tracey Emin, podemos ver esa energía de deseo, la tipografía neón expresa palpablemente la tensión del apetito sexual, Cut Paintings de Betty Tompkins son explícitas y descaradas. Acá hay un cuerpo femenino, hinchado por la excitación. Sin título (Desnudo) de Carrie Mae Weems muestra a una mujer con la espalda arqueada, los ojos cerrados, la cara hacia el techo, los músculos tensos y los brazos y piernas en posiciones angulares. Solo vemos una pequeña parte de sus muslos y una de sus manos. Tenemos que imaginar qué está haciendo la otra mano guiados por nuestros propios deseos.
Tenemos que ser prudentes con lo que deseamos, coloreando sin salirnos de las líneas, aunque la mayoría de nosotras queremos todo tipo de cosas incómodas y desordenadas. Quiero que la Roca me arroje contra una pared y se salga con la suya. Quiero decirle: Ahógame, papi" y luego rendirme a lo que suceda después. Quiero hacer literalmente cualquier cosa que Beyoncé quiera hacer conmigo. Con mucho gusto olvidaría que la palabra "No" existe para ella. Estos son algunos de mis deseos más suaves y, para ser claros, la mayoría de mis deseos no tienen nada que ver con celebridades o fantasía. Están más arraigados en el poder, intercambiados eróticamente.
Durante gran parte de mi vida, me negué a mí misma casi todo lo que siempre quise. Parte de esa negación era el miedo a la desaprobación cultural, el miedo a ser juzgada por querer, el miedo a lo que le dijeran a una mujer como yo, viviendo en un cuerpo rebelde, no tenía nada que hacer. Se convirtió en una especie de orgullo vivir en un estado constante de negación. “Mira”, me decía a mí misma. "Mira qué poco placer necesito para sobrevivir"
Guardé silencio sobre mis deseos con amantes y parejas sentimentales, fingiendo que no tenía necesidades, como si fuera mejor o al menos tolerable el no tener ninguna. Yo, a su vez, les guardo resentimiento por estar de acuerdo con mi elaborada ficción, por preocuparse tan poco por lo que podría querer. Inevitablemente, la única persona que sufrió cuando me obligué a existir en un estado de negación febril, fui yo.
Cuanto más envejezco, más comprendo lo liberador que es abrazar el deseo , admitir lo que quiero y hacerlo sin pedir disculpas; más comprendo por qué la literatura y el arte son medios ideales para explorar el deseo y la necesidad. Disfruto expresando mis deseos, se cumplan o no. En muchos sentidos, la satisfacción no es el punto. Al principio de mi relación con mi ahora prometida, mientras lentamente, con cuidado, nos revelamos quiénes éramos la una a la otra, fui, por primera vez en mi vida, honesta sobre lo que deseo, lo que me da placer. Fue un poco aterrador dar voz a mis deseos, esperar esos interminables momentos antes de que ella respondiera. Era aterrador someterme a un juicio potencial o, peor aún, a una negación, porque ya sabía demasiado de eso. Y luego fue estimulante cuando sostuvo mis deseos en sus manos y no apartó la mirada. Las palabras y el arte de este libro exigirán lo mismo de ti: que no apartes la mirada.